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viernes, 3 de abril de 2015

Viernes Santo, primer día del Triduo Pascual

Constituye propiamente el primer día del Triduo Pascual. Para una buena celebración de la Pasión del Señor se deben tener en cuenta los siguientes principios:
1. El viernes Santo es día de penitencia obligatorio para toda la Iglesia y por tanto hay que guardar en este día la abstinencia y el ayuno, y según la oportunidad también el Sábado Santo hasta la Vigilia pascual. El ayuno de estos dos días es además de penitencial, celebrativo, ritual, y contemplativo del misterio de la Cruz. Si bien es personal es sobre todo comunitario: la comunidad ayuna en la espera de su Señor Resucitado. Es toda la persona la que celebra la Pascua, no sólo la mente y el espíritu sino también el cuerpo. No hay que olvidar que el ayuno tiene en la espiritualidad cristiana un gran valor: en una sociedad marcada por el consumismo y lo superfluo, es un medio para vivir la ascesis, el autocontrol, el señorío de sí mismo, y para ver en los bienes de este mundo su carácter perecedero y pasajero.
2. La Iglesia, siguiendo una antiquísima tradición, en este día no celebra la Eucaristía y la Sagrada Comunión sólo se distribuye a los fieles durante la celebración de la Pasión del Señor. Sin embargo los enfermos que no puedan participar en dicha celebración pueden recibirla a cualquier hora del día.

3. Esta prohibido celebrar en este día cualquier sacramento, a excepción de la Reconciliación y de la Unción de los Enfermos. Las Exequias, si las hubiese, han de celebrarse sin canto, ni instrumentos. Se recomienda que en este día se celebre en las iglesias el Oficio de Lectura y los Laudes con participación de la comunidad.
4. No tenemos Eucaristía pero sí una celebración litúrgica de la Muerte del Señor, una celebración de la Palabra que concluye con la adoración de la Cruz y con la comunión eucarística. Es una celebración sencilla, sobria, centrada en la muerte del Señor Jesús. Su estructura está bien pensada, aparece equilibrada, con proporción entre la dimensión de escucha de la Palabra de Dios y la acción simbólica de la adoración de la Cruz y su veneración con el beso personal de todos. Lo importante es saber captar la dinámica de esta celebración y aprovechar espiritualmente toda su fuerza en la misma celebración:
- Proclamamos el misterio de la Cruz, en las lecturas de la Palabra de Dios.
- Invocamos la salvación del mundo por la fuerza de esa Cruz.
- Adoramos la Cruz del Señor Jesús.
- Y finalmente participamos del misterio de esa Cruz, del Cuerpo entregado, comulgando de él.
La Pasión de Cristo es pues, proclamada, invocada, venerada y comulgada.
5. Sobre la hora de los Oficios de la Pasión: «La celebración de la Pasión del Señor ha de tener lugar después del mediodía, cerca de las tres. Por razones pastorales, puede elegirse otra hora más conveniente para que los fieles puedan reunirse más fácilmente...pero nunca después de las nueve de la noche».
6. Sobre la estructura de la celebración es bueno tener presente:
a. La Entrada
- No hay canto de entrada. Sale el sacerdote con sus ministros, con vestidos de color rojo porque celebramos la muerte martirial de Cristo. El Misal dice que el sacerdote, después de hacer la reverencia al altar, se postra en el suelo o se arrodilla. Es preferible la opción de la postración: «esta postración, que es un rito propio de este día, se ha de conservar diligentemente por cuanto significa tanto la humillación del hombre terreno, cuanto la tristeza y el dolor de la Iglesia» . Los demás se arrodillan a la postración del sacerdote y oran todos en silencio por unos instantes. La oración con la que termina el rito de entrada, es mejor decirla desde el mismo lugar donde ha estado postrado el sacerdote y se puede elegir entre dos opciones que presenta el Misal. La primera apunta a que ya estamos celebrando la Pascua; la segunda compara los efectos de la Pasión del Señor Jesús con los del pecado del primer Adán.
b. Liturgia de la Palabra
- Las lecturas de este día han de ser leídas por entero. El salmo y el canto que precede al Evangelio, deben cantarse como de costumbre.
- La lectura de la Pasión según San Juan, el único apóstol que estuvo al pie de la Cruz con Santa María y las santas mujeres, se canta o se proclama del mismo modo que se ha hecho en el domingo de Ramos. Esta lectura impresionante constituye el centro de la celebración de este día.
- Después de la lectura de la Pasión se tendrá una breve homilía para resumir y aplicar a nuestra vida la gran lección de la Cruz y al final de la misma los fieles pueden ser invitados a permanecer en oración silenciosa durante un breve espacio de tiempo. Es bueno recordar que la proclamación de las lecturas de la Palabra viva de Dios, es ya presencia sacramental del acontecimiento de la Cruz y no un mero recuerdo. Es proclamación y comunicación de la Cruz, del amor del triunfo de Cristo contra el pecado y la muerte.
c. La Oración Universal
- La de este día es la más solemne y clásica. Es universal, rogando por las diversas categorías de personas. Con la confianza puesta en el Señor que muere en la Cruz, que es nuestro Mediador y nuestro Sumo y Eterno Sacerdote, pedimos al Padre la salvación para todo el mundo. Estas oraciones «expresan el valor universal de la Pasión de Cristo, clavado en la Cruz para la salvación de todo el mundo» . Actualmente esta Oración del Viernes Santo tiene cuatro intenciones por la Iglesia, otras cuatro por los creyentes o no creyentes, y dos por los gobernantes y los que sufren de alguna manera. Su estructura no admite modificaciones o inclusiones de propia iniciativa, salvo que el Ordinario del lugar por alguna causa justa y de necesidad pública disponga la inclusión de alguna petición.
d. La Adoración de la Cruz
- En la adoración de la Cruz, «úsese una Cruz suficiente, grande y bella. De las dos formas que se proponen en el Misal para mostrar la Cruz, elíjase la que se juzgue más apropiada. El rito ha de hacerse con esplendor digno de la gloria del misterio de nuestra salvación; tanto la invitación al mostrar la Cruz, como la respuesta del pueblo, háganse con canto, y no se omita el silencio de reverencia que sigue a cada una de las postraciones, mientras el sacerdote celebrante, permaneciendo de pie, muestra en alto la Cruz».
- «Cada uno de los presentes del clero y del pueblo se acercará a la Cruz para adorarla, dado que la adoración personal de la Cruz es un elemento muy importante de esta celebración y únicamente en el caso de una extraordinaria presencia de fieles se utilizará el modo de la adoración hecha por todos la vez» .
- Se debe usar una sola Cruz para la adoración tal como lo requiere la verdad del signo. Es muy recomendable que durante la adoración se canten las antífonas, los improperios y el himno que se encuentran en el Misal Romano, o bien otros cantos adecuados.
- Hoy es un día en que sería lógico un recuerdo mariano en honor a Santa María, la Mujer fuerte de la fe, que estuvo al pie de la Cruz de su Hijo. Por ello sería loable añadir al final de la adoración de la Cruz, una pequeña conmemoración de la Virgen María, la Madre dolorosa, la cual puede hacerse con la siguiente monición:
"Hermanos: hemos adorado solemnemente la Cruz, en la cual el Señor Jesús, muriendo nos reconcilió. También María estaba junto a la Cruz del Hijo, uniéndose a su sacrificio, cooperando con amor de Madre a nuestra salvación. En aquel momento la espada profetizada por Simeón le traspasó el corazón y aquélla fue la hora de la cual le había hablado Jesús en Cana. Junto a la Cruz, la Madre fuerte en el inmenso dolor que sufría con el Hijo Único, nos da a luz a la vida de la gracia y de la reconciliación. Nosotros que hemos celebrado la Pasión del Hijo, recordemos también el dolor fecundo de la Madre. Cantemos..."
e. La Comunión del Viernes Santo
- El Viernes Santo no celebramos la Eucaristía. Pero desde hace siglos se ha introducido la comunión. Por ello, como quiera que en este día no hay celebración de la Eucaristía, se ha tenido que consagrar en la del Jueves Santo las Hostias necesarias para la comunión del Viernes. De ahí que la celebración de este día se llame "misa de presantificados", porque se comulga con un Pan Eucarístico consagrado antes.
- Terminada la adoración de la Cruz, y el recuerdo mariano, el sacerdote va a recoger por el camino más corto el Santísimo Sacramento de la reserva y mientras tanto los demás ministros revisten el altar con el mantel, los cirios, el corporal y el Misal.
- Una vez puesto el copón con las Hostias consagradas sobre el altar, el sacerdote canta o reza la invitación al Padre Nuestro que es rezado o cantado por todos. No se da el signo de la paz y la comunión se desarrolla tal como está descrita en el Misal. Terminada la distribución de la comunión, el copón se lleva nuevamente a su reserva.
- Terminada la celebración se despoja el altar, dejando la Cruz con cuatro candelabros en un lugar adecuado de la iglesia para que todos puedan adorarla, besarla y permanecer en oración y meditación delante de ella.
7. «Los ejercicios de piedad...no se pueden descuidar (este día de Viernes Santo), dada su importancia pastoral» . Hoy es uno de los días del año en que más hay que esforzarse por buscar un equilibrio entre la liturgia y las devociones de religiosidad popular, conjugando su horario y también su lenguaje. Entre estos ejercicios de piedad popular están: el Vía Crucis, el Sermón de las Siete Palabras del Señor Jesús en la Cruz; las procesiones del Viernes Santo con los "pasos" de Cristo y de su Madre que representan las diversas escenas y momentos de la Pasión; los recuerdos de los dolores de la Santísima Virgen María, entre otros.

jueves, 2 de abril de 2015

La Última Cena del Señor y Lavatorio de pies, Jueves Santo

Procesión del Santo Encuentro en el Parque Central de Aguacatán
Entre todas las obras memorables que obró nuestro Salvador en este mundo, una de las más dignas de perpetua recordación es aquella postrera cena que cenó con sus discípulos. Donde no solamente se cenó aquel cordero figurativo que mandaba la ley, sino el mismo Cordero sin mancilla, que era figurado por la ley.
En el cual convite resplandece primeramente una maravillosa suavidad y dulzura de Cristo, en haber querido asentarse a una mesa con aquella pobre escuela, que es con aquellos pobres pescadores, y juntamente con el traidor que lo había de vender, y comer con ellos en un mismo plato. Resplandece también una espantosa humildad, cuando el Rey de la gloria se levantó de la mesa, y ceñido con un lienzo a manera de siervo, echó agua en un baño, y postrado en tierra, comenzó a lavar los pies de los discípulos, sin excluir de ellos al mismo Judas que lo había vendido.
Y resplandece sobre todo esto una inmensa liberalidad y magnificencia de este Señor, cuando a aquellos primeros sacerdotes, y en aquellos a toda la Iglesia, dio su sacratísimo cuerpo en manjar, y su sangre en bebida: para que lo que había de ser el día siguiente sacrificio y precio inestimable del mundo, fuese nuestro perpetuo viático y mantenimiento, y también nuestro sacrificio cotidiano.
Mas ¿quién podrá explicar los efectos y virtudes de este nobilísimo sacramento? Porque con él por una manera maravillosa es unida el ánima con su esposo, con él se alumbra el entendimiento, avívase la memoria, enamórase la voluntad, deléitase el gusto interior, acreciéntase la devoción, derrítense las entrañas, ábrense las fuentes de las lágrimas, adorméscense las pasiones, despiértanse los buenos deseos, fortaléscese nuestra flaqueza, y toma con el aliento para caminar hasta el monte de Dios. Oh maravilloso sacramento, ¿qué aire de ti? ¿Con qué palabras te alabaré? Tú eres vida de nuestras ánimas, medicina de nuestras llagas, consuelo de nuestros trabajos, memorial de Jesucristo, testimonio de su amor, manda preciosísima de su testamento, compañía de nuestra peregrinación, alegría de nuestro destierro, brasas para encender el fuego del divino amor y prenda y tesoro de la vida cristiana.
¿Qué lengua podrá dignamente contar las grandezas de este Sacramento? ¿Quién podrá agradecer tal beneficio? ¿Quién no se derretirá en lágrimas, viendo a Dios corporalmente unido consigo? Faltan las palabras y desfallece el entendimiento, considerando las virtudes de este soberano misterio: mas nunca debe faltar en nuestras ánimas el uso, el agradecimiento de él.
La Oración del Huerto
Acabada, pues, la sacratísima cena y ordenados los misterios de nuestra salud, abrió el Salvador la puerta a todas las angustias y dolores de su pasión, para que todos viniesen a embestir sobre su piadoso corazón, para que primero fuese crucificado y atormentado en el ánima que lo fuese en su misma carne. Y así dicen los evangelistas que tomó consigo tres discípulos suyos de los más amados, y comenzando a temer y angustiarse, díjoles aquellas tan dolorosas palabras: Triste esta mi ánima hasta la muerte; esperádme aquí, y velad conmigo. Y Él, apartándose un poco de ellos, fuese a hacer oración: para enseñarnos a recorrer a esta sagrada áncora todas las veces que nos halláremos cercados de alguna grave tribulación. Y la tercera vez que oró, fue tan grande la agonía y tristeza de su ánima, que comenzó a sudar gotas de sangre, que corrían hasta el suelo, y a decir aquellas palabras: Padre, si es posible, traspasa este cáliz de mí.
Considera, pues, al Señor en este paso tan doloroso, y mira como representándosele allí todos los tormentos que había de padecer, y aprehendiendo perfectísimamente con aquella imaginación suya nobilísima tan crueles dolores como se aparejaban para el más delicado de los cuerpos, y poniéndosele delante todos los pecados del mundo, por los cuales padecía, y el desagradecimiento de tantas ánimas que ni habían de reconocer este beneficio, ni aprovecharse de este tan grande y tan costoso remedio, fue su ánima en tanta manera angustiada, y sus sentidos y carne delicadísima tan turbados, que todas las fuerzas y elementos de su cuerpo se destemplaron, y la carne bendita se abrió por todas partes y dio lugar a la sangre que manase por toda ella hasta correr en tierra. Y si la carne, que de sola recudida padecía estos dolores, tal estaba, ¡qué tal estaría el ánima que derechamente los padecía.
Testigos de esto fueron aquellas preciosas gotas de sangre que de todo su sacratísimo cuerpo corrían: porque una tan extraña manera de sudor como éste, nunca visto en el mundo, declara haber sido éste el mayor de todos los dolores del mundo, como a la verdad lo fue. Pues, oh Salvador y Redentor mío, ¿de dónde a ti tanta congoja y aflicción, pues tan de voluntad te ofreciste por nosotros a beber el cáliz de la pasión?
Esto hiciste, Señor, para que mostrándonos en tu persona tan ciertas señales de nuestra humanidad, nos firmases en la fe, y descubriéndonos en ti este linaje de tremores y dolores, nos esforzases en la esperanza, y padeciendo por nuestra causa tan terribles tormentos como aquí padeciste, nos encendieses en tu amor.
Fray Luis de Granada

 
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